"Ángel llorando", de la catedral de Amiens |
Los niños, cuando desborda
La angustia, el dolor, como un agua
Vertida demasiado rápido en el vaso,
Producen en seguida el reflejo de respuesta:
El lloro angustioso, el hipo, la autopena.
Luego no dejará rastro porque es lanzado
Diurno al aire que pasa.
Pero al adulto se le aposenta,
Testigo de mirada atenta.
Y su llanto le juzga
Sin palabras y el adulto se las pone,
Las adecuadas: fracaso.
Estamos demasiado bien envueltos
Con paños doblados y anudados
Aparentemente anodinos.
En ellos recogemos nuestro nombre
Y atributos, para que no se nos derramen.
Y el dolor atraemos sin gota que se escape.
©
Luis de la Rosa
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