(Esto que he escrito es un
divertimento. Vaya por delante mi admiración por esa valiente mujer
y escritora que fue Anaïs Nin).
Malentendido entre
Anaïs Nin y uno de sus amantes, sordo de deseo, al expresar ella su
ídem de visitar el Imperio del Sol.
-Adonis sin oda,
Sorel, Eros,
Adán o gónada,
Noé meón,
Di, - ¡oíd! -:
¿Osaka acaso?
- Sí, Anaís
Nin,
Amada dama,
Aroma a mora,
Luz azul,
Arca sacra,
Alba tabla,
Lámina animal,
Lana anal,
Oda sado,
Sobarrabos,
Roba-sabor,
Anula-luna,
Sanacanas,
Salta-atlas,
Ama-cama,
Loca col,
Eva y ave,
Sinaí y anís,
Alabada bala,
Aleve vela,
O luz o zulo,
Seda o Hades,
Natas o Satán,
NIF o fin,
Sí, Anaís,
Al ocaso sácola.
¡Sabrosa sorbas!
EPÍLOGO: En efecto, al caer
la tarde, el amante sacó la limonada
de la nevera y se la ofreció a su amada, acompañada de una pajita.
¡Y lo que disfrutó Anaïs succionándola ávidamente! El amante disfrutaba también de verla y seguía apostrofándola con arrobo:
¡Liba
hábil,
Sorbe-Ebros!
Tanto
le gustó a Anaïs, que se olvidó del viaje a Japón. Quizás allí
no habría limonadas. Y si las hubiera, seguro que las tenían más
pequeñas.
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