Escultura de Sigismund von Dobschütz en Donetsk, Ucrania
La
rosa de metal tiene
Una
muy fría amargura:
Nadie
la coge en sus manos
Y
ella no entiende el porqué.
En
sus duros recovecos
Nadie
intenta el trabajoso
Gesto
de meter los dedos.
Solo
habita allí frío aire,
Siempre
el mismo, claro y puro.
Las
rosas de tela muerta,
Piel
viva o seco papel,
Todas
reciben sus manos.
Nadie
quiere el frío rato
Que
le ofrecerá el metal.
Pero
muchos sin embargo
Convienen:
"Sí que es bonita
Esa
rosa gris bruñida".
Muchos
soplan sus elogios
Con
desgana y tras hacerlo
Llevan
su vida a otro lado.
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© Luis de la Rosa
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