Vacaciones: mar de
noche en el pueblo con luces: vino que empapa la miga de los restos
del sol en nuestros ojos; presencia mansa que se reúne con nuestros
cuerpos curtidos del aire de esa misma presencia; cercanía de todo;
sabia suavidad que se desliza en nuestra mirada y nuestros oídos
para llevarla de caracola a los otros once meses sin espejos; noche
que sopla un aliento humano siempre cerca de nuestro rostro; cuerpo a
nuestro lado que juega a ser la materia de humectación perfecta;
regalo nunca pensado de lo sencillo a nuestro nombre; noche número
privilegiado que protege, con sus paredes como cuerpos, esa intimidad
a medida; segmento eterno; círculo de dones que nos hace centro en
todo momento aunque luego no nos acordemos de nuestro privilegio.
©
Luis de la Rosa
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