Desde
el nivel del simple trozo
De
carne que camina y reacciona
A
los pájaros y flores
Que
el aire le manda,
Pesa
la melancolía
De
inmisericordes
Rebanadas
de egoísmo,
Necesidad,
Apiladas
unas sobre otras,
Escatimando
la luz
Precisamente
por asegurarla.
Pesa
la oscura carga
De
los que ejercen
De
cardo de vestíbulo,
Que
deslizan un bombón de tristeza
En
la mirada de la noche,
Trofeos
de las orgullosas verjas,
Algunas
de las cuales caminan
Rubias
e indiferentes frente al serio mar;
Pesa,
pero de los árboles
-
Amarilla y naranja en sus hojas voluptuosas -
Cae
al suelo desnudez para mirarnos sensual
Cuando
ya bajamos la vista;
De
las paredes surge cacao humano
Con
mirada de mangos y bananas;
De
entre la música del aire surgen tensas
Alegrías
graves o agudas
En
los acentos que cabalgan por entre los humanos.
Mas
todo esto lo miran con ojos tristísimos
Las
confeitarias demasiado maquilladas
Para
esconder su piel de vieja pálida,
Los
salaos de beleza de butacas cabizbajas
Y
las frágiles casas antiguas
De
colores pastel
Humilladas
por las grises
Atletas
altas e ignorantes.
Ahora,
este plano sin más horizonte
Que
escuadrones de bólidos echándose encima
Indiferentes
y macarras;
Que
gigantes que están en tu camino pero no llegan a verte,
Porque
sus caras largas llegan más alto que el sol;
Que
colores pastel perdidos entre los grises
Para,
siendo moribundos, recordarte el precipicio...
Todo
esto al subir va perdiendo peso,
Muriendo
a la luz y resucitando
En
cadáver exquisito de brillo;
Se
le abren cinturas, le crecen
Pechos
erguidos y majestuosas caderas;
Se
abandona femenino a la neblina
Que
acaricie la piel gozosa de sus pliegues,
Y
devuelve la sonrisa al sol.
Nace
y crece como con una levadura
Que
parece esconder algún secreto,
El
secreto de una fórmula bien calculada.
El
"Cristo Redentor" desde arriba y desde lejos
(Desde
abajo es solo un cansancio inexpresivo en la montaña)
Comprende
en su mirada tranquila la paradoja
Y
en pétreo silencio la ratifica.
©
Luis de la Rosa
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