No somos el tiempo;
somos un tiempo.
Eso significa que
haya muerte.
Y la muerte es la
piel de la vida.
Pero, ¿si fuéramos el tiempo podríamos
ser un tiempo?
—El tiempo
rebosando luz de un niño, por ejemplo—
¿No desaparecería
todo
—Color, emoción,
ilusión—
Como al alejar un
google map al máximo?
Sin embargo,
testigos como somos,
Creemos que una
cualidad de la vida
De la que el tiempo,
como un viento a unas hojas
Nos coloca enfrente,
Está delante,
esperando solo a que montemos
Desde nuestro pesado
vehículo de humanos
Para sentir sin
restricciones.
¡Y es tanto lo que
nos dice sin embargo
—El curso del sol,
las estaciones, la luz y sombra—
Que el tiempo —mudo
y expresivo—
Está hecho para ser
nuestro espectáculo,
Y que las obras
siempre echan el telón!
Pero nuestra
conciencia —infinita como el aire—
Se cree con derecho
a ese infinito
Que es el tiempo
Eterno.
El presente vivo
cree ser
El legítimo
propietario de la eternidad,
Como para hacerla
viva con su vida.
Como hemos
comprobado que ocurre
Algo diferente,
Hemos imaginado una
conciencia
Que efectivamente es
el tiempo
Y hemos terminado
nuestra ensoñación
Creyendo que sea
nuestra amiga
(Solo que en otro
lugar).
Las trabas de la
vida lograremos soltar,
Rescataremos el sol
de primavera
Y jugaremos con él
como un gatito
Todas las mañanas,
Y comprobaremos
entonces
Que el infierno,
probablemente,
Sería la eternidad
Y que una vida puede
llegar a ser perfecta
Sin necesidad de
llevárnosla en la maleta.
©
Luis de la Rosa
Tomado del libro "La sombra de la tarde"
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