James Joyce
(1882-1941), además de novelista, fue poeta. Y como tal se definió,
con la velada máscara del alias Stephen Dedalus,
en una de sus grandes obras: Retrato del artista
adolescente. La poesía de Joyce
está ya por todo el libro, pero hay una parte especialmente
interesante y que a cualquier poeta le hará pensar en sí mism@, en
la manera en que llega la conciencia de la poesía en el momento en
que llega la conciencia de querer expresar, el deseo de atrapar las
ideas y sensaciones, los primeros versos por fin escritos en el
papel. Esa parte, ya hacia el final del libro, es la que voy a
traducir, no completa, que sería lo deseable, sino en fragmentos que
espero den una idea suficiente del conjunto. Lo ideal, si se quieren
completar, es dirigirse a la obra original de Joyce, que además ya
está en PDF en Internet.
Stephen,
joven universitario que vive en casa de sus católicos padres, se
despierta un día en su cama. No se convierte en escarabajo,
simplemente siente esto:
Towards
dawn he awoke. O what sweet music! His soul was all dewy wet. Over
his limbs in sleep pale cool waves of light had passed. He lay still,
as if his soul lay amid cool waters, conscious of faint sweet music.
His mind was waking slowly to a tremulous morning knowledge, a
morning inspiration. A spirit filled him, pure as the purest water,
sweet as dew, moving as music. But how faintly it was inbreathed, how
passionlessly, as if the seraphim themselves were breathing upon him!
His soul was waking slowly, fearing to awake wholly. It was that
windless hour of dawn when madness wakes and strange plants open to
the light and the moth flies forth silently.
An
enchantment of the heart! The night had been enchanted. In a dream or
vision he had known the ecstasy of seraphic life. Was it an instant
of enchantment only or long hours and years and ages?
The
instant of inspiration seemed now to be reflected from all sides at
once from a multitude
of
cloudy circumstances of what had happened or of what might have
happened. The instant flashed forth like a point of light and now
from cloud on cloud of vague circumstance confused form was veiling
softly its afterglow. O! ! In the virgin womb of the imagination the
word was made flesh. Gabriel the seraph had come to the virgin’s
chamber.
(...)
Hacia
el alba se despertó. ¡Oh, qué dulce música! Su alma estaba
cuajada de rocío. Sobre sus miembros durmientes habían pasado
sutiles olas de agua fresca. Se quedó quieto en la cama, como si su
alma yaciera en agua fresca, consciente de una débil música dulce.
Su alma se despertaba con lentitud a un trémulo saber matinal, una
inspiración matutina. Un espíritu le colmó, puro como el agua más
pura, suave como el rocío, conmovedor como la música. Pero con qué
suavidad se insuflaba, con qué desapasionamiento, como si los mismos
serafines le estuvieran echando su aliento. Su alma despertaba
lentamente, con miedo de despertar del todo. Era esa hora del
amanecer de viento en calma en la que despierta la locura y plantas
extrañas se abren a la luz y la polilla vuela en silencio.
¡Un
encantamiento del corazón! Habían encantado la noche. En un sueño
o visión había sabido del éxtasis de la vida seráfica. ¿Fue sólo
un instante de encantamiento o largas horas y años y eras?
El
instante de inspiración parecía verse reflejado desde todas las
direcciones a la vez por una multitud de nebulosas circunstancias de
lo que había ocurrido o podía haber ocurrido. El instante brilló
como un punto de luz y ahora desde nubes y más nubes de vaga
circunstancia la forma confusa velaba suavemente su resplandor. ¡Ay!
En el vientre virgen de la imaginación, la palabra se hizo carne. El
arcángel Gabriel había llegado al habitáculo de la virgen.
(...)
Are
you not weary of ardent ways,
Lure
of the fallen seraphim?
Tell
no more of enchanted days.
The
verses passed from his mind to his lips and, murmuring them over, he
felt the rhythmic movement of a villanelle pass through them. The
rose-like glow sent forth its rays of rhyme; ways, days, blaze,
praise, raise.
(...)
¿Tus
maneras ya no te hastían,
Seductora
del ángel caído?
No
me hables de mágicos días.
Los
versos pasaron de su mente a sus labios, y murmurándolos
repetidamente, notó el movimiento rítmico de una villanelle
que los atravesaba. La
luminosidad como de rosa lanzó adelante sus rayos de rima: hastían,
días, querías.
(...)
Your
eyes have set man’s heart ablaze
And
you have had your will of him.
Are
you not weary of ardent ways?
And
then? The rhythm died away, ceased, began again to move and beat.
(...)
Del
hombre hiciste lo que querías
Prendiste
fuego a su corazón
¿Tus
maneras ya no te hastían?
¿Y
luego? El ritmo se fue callando, cesó, empezó de nuevo a moverse y
batir.
(...)
the dull white light spread itself east and west, covering the world,
covering the roselight in his heart.
Fearing
to lose all, he raised himself suddenly on his elbow to look for
paper and pencil. There was neither on the table; (...) He stretched
his arm wearily towards the foot of the bed, groping with his hand in
the pockets of the coat that hung there. His fingers found a pencil
and then a cigarette packet. He lay back and, tearing open the
packet, placed the last cigarette on the window ledge and
began
to write out the stanzas of the villanele in small neat letters on
the rough cardboard surface.
(...)
La
mortecina luz blanca se extendió a diestro y siniestro, cubriendo la
luz de rosa de su corazón.
Temiendo
perderlo todo, se incorporó de repente sobre el codo para buscar
lápiz y papel. No había en la mesa; (...) Estiró con esfuerzo el
brazo hacia los pies de la cama, hurgando con la mano en los
bolsillos del abrigo que colgaba allí. Sus dedos encontraron un
lápiz y luego un paquete de cigarrillos. Se volvió a tumbar y,
abriendo el paquete de un tirón, puso el último cigarrillo en la
repisa de la ventana y empezó a copiar las estrofas de la villanelle
con letra clara y pequeña en la rugosa superficie de cartón.
(...)
He
spoke the verses aloud from the first lines till the music and rhythm
suffused his mind, turning it to quiet indulgence; then copied them
painfully to feel them the better by seeing them; then lay back on
his bolster.
The
full morning light had come. No sound was to be heard; but he knew w
that all around him life was about to awaken in common noises, hoarse
voices, sleepy prayers. Shrinking from that life he turned towards
the wall, making a cowl of the blanket and staring at the great
overblown scarlet flowers of the tattered wallpaper. He tried to warm
his perishing joy in their scarlet glow, imagining a roseway from
where he lay upwards to heaven all strewn with scarlet flowers.
Weary! Weary! He too was weary of ardent ways.
A
gradual warmth, a languorous weariness passed over him descending
along his spine from his closely cowled head. He felt it descend and,
seeing himself as he lay, smiled. Soon he
would
sleep.
(...)
Dijo
los versos en voz alta desde los primeros hasta que la música y el
ritmo inundaron su mente, inclinándola a una callada indulgencia;
después los copió penosamente para sentirlos mejor al verlos; luego
se recostó de nuevo en la almohada.
Se
había hecho totalmente de día. No se oía un alma; pero sabía que
a su alrededor la vida estaba a punto de despertarse en ruidos
vulgares, voces roncas, rezos monótonos. Retrayéndose de esa vida
se volvió hacia la pared, poniéndose la manta de capucha y
contemplando los florones rojo pasión del deslucido papel pintado
de la pared. Intentó dar calor a su alegría desfalleciente con su
fulgor escarlata, imaginando un camino de rosas desde donde yacía al
cielo todo cubierto de flores rojas. ¡Hastiado, hastiado! Él
también estaba hastiado de maneras de fuego.
Un
calor gradual, un lánguido cansancio le invadió, bajándole por la
columna desde su cabeza bien arrebujada. Sintió cómo descendía y,
visualizándose tumbado, sonrió. Pronto se dormiría.
De
la "inspiración" confusa, tensa por concretarse, que todos
hemos sentido, Stephen pasa a la alegría exultante de crear, a sentir sus versos como su posesión, su criatura; y, de ahí, pasado
ese momento sutil, desciende a la cursilería y finalmente a la
relajación placentera, ya estados no creativos. Parece un texto
romántico y sin embargo es un texto - quizá el culminante de la
novela de la que está sacado - de un autor que escribió el Ulises,
configurando la modernidad
narrativa.
Pero,
mira tú por donde, también era un delicado poeta.
Ciertamente, Joyce es uno de los grandes de la literatura contemporánea. De él sólo leí, hace muchos años, su célebre Ulises.
ResponderEliminarMe han gustado mucho estos fragmentos que has traducido de esta otra obra suya, de "Retrato del artista adolescente", donde, con una prosa poética hermosa, describe esos momentos que todos los amantes de escribir poesía (independientemente de que seamos buenos o malos poetas) sentimos al iniciar un nuevo poema. No pocas veces me ha ocurrido lo mismo que al protagonista de la historia: despertarme con un poema esbozado en los labios, y saltar de la cama en busca de lápiz y papel para anotar esos primeros versos antes de verlos sucumbir al olvido. Y tras apuntarlos, ya feliz, volver a la cama y sumirme de nuevo en el sueño.
Me ha gustado mucho, Luis, he aprendido un montón de cosas nuevas gracias a ti. Besos y feliz finde!
Pues el "Retrato del artista" es quizás el libro ideal para iniciarse con Joyce. Es más accesible, más corto y aun así es Joyce 100%, y un gran libro. Mayte, como siempre, muchísimas gracias por tu atención y tus comentarios.
EliminarSin duda, Joyce fue un delicado poeta. No sólo en los párrafos tan bien traducidos que nos presentás de "El retrato del artista adolescente", también en "Dublineses", en esos cuentos, en "Los muertos" por ejemplo, deja fluir una capacidad, un poder, evocativos que tomando la mejor herencia romántica se enmarcan en un realismo, en un respeto a la inanidad y resistencia que el mundo, los objetos, ofrecen al flujo consciente a una subjetividad que se objetiva a cada paso en esa prosa única cuyo antecedente más directo sea, quizás, Marcel Proust y, un poco más alejado el Gustave Flaubert de Madame Bovary.
ResponderEliminarSí, Amílcar, los cuentos de "Dublineses" son retratos estáticos, poéticos de conciencias, y, como bien haces notar, el precedente de esa voluntad poética en la prosa es Flaubert. Este fragmento de "Retrato..." es curiosamente romántico también, aunque no así el resto de la novela, si bien es un romanticismo tamizado a veces por un poco de burla (esa cursilería del final, ese buscar el lápiz entre los restos de la cena y la cajetilla de tabaco...).
EliminarAcertado comentario el tuyo. Además mencionas a Proust y precisamente mi intención primera había sido poner en relación este texto con el celebérrimo del té y la magdalena de Proust, para evidenciar los paralelismos. Pero habría salido una entrada inacabable.
Gracias por contribuir y espero leer más veces tus comentarios.