Vista desde la ventana en Le Gras, de Nicéphore Niepce (1826-27) |
Escribo
poesía calcando de inmediato
La
tinta del momento; enjugando la sangre, fresca en el pañuelo,
Sobre
la lámina blanca.
Soy
incapaz de narrar, sin embargo:
El
relámpago repentino
Ilumina
la casa entera y su paisaje,
Pero
al ponerme a dar paso a todo eso
Me
encuentro de repente en un pasillo
De
luz blanca cegadora:
¿Dónde
están los cimientos?, me pregunto,
No
tengo tampoco los ladrillos.
Hasta
la imagen de la casa parece querer darme esquinazo
Y
solo queda su sugestión, que pugna también por escapar
Y
a la que agarro en vano para acceder a los datos completos
De
la revelación que sin duda hubo.
Es
como esa vida de los sueños,
Llena
de ruido y furia y que tanto significa,
Cuando
a veces aparca muy cerca de la frontera de la vigilia
En
un momento en que la barrera está levantada
Y
parece posible pescarla y así obtener su revelación
Para
el yo consciente.
Sin embargo en un descuido se ha vuelto a escapar
Y
solo queda la fresca luz vacua del día
Tratando
de seducirnos con su piel joven para que nos olvidemos de la otra,
¿La
catedral del logro está sumergida en el sueño?
Más
probablemente, es un estado parecido
Al
de los pioneros de la fotografía
Cuando
en los años 1820 lograban impresionar imágenes
Pero
no conservarlas.
Faltaba ese recorrido extra de conocimiento
Y
todo eran fantasmas que huían, sueño que no se materializaba,
Pasos
dados en la oscuridad en territorio que sabían nuevo
Y
que después debían desandar con excitación enfriada
De
pies mojados tras una caminata en la lluvia,
Y
salir por donde habían entrado.
© Luis de la Rosa Rivera