martes, 29 de abril de 2014

Dos antisonetos

File:Fabritius A man writing.jpg

Debía de tener mal día y lo pagué con los pobres sonetos.


                          I

Catorce versos dicen que es soneto
Y también que es belleza incomparable,
Mas raro es que sobreviva el feto
Del sentido después de embalsamarle

Con los chutes de rima y de medida
Que absorben, domestican y asesinan.
Son ellas, no nosotros, las que tiran
Del poema, somos toro de lidia

A su trapo. Es el mismo artificio
Que las canciones vueltas a otro idioma
Hace que sean cursilada idiota.

Un soneto se va adelgazando
Y termina como un globo volando
En los tercetos, redoble ficticio.

                            
                           
                             II

El soneto te encierra en una forma
De carnívora flor aunque invisible.
La rima domestica tu voz ronca,
Tus chillidos orquesta en "easy listening".

La forma va sisando tu sentido,
Es mentira que ambos los maride
El poeta excelso: es compromiso
Y no simbiosis lo que éste exhibe.

Los tercetos finales escalera
Descendente son, aunque hermosa
Que corta el aliento del poema

Y poda su sentido. Bella cosa
Sobre un aparador será un soneto,
Sin la estatura de un humano cuerpo.





viernes, 25 de abril de 2014

Siempre salgo de un terrible fuego




Siempre salgo de un terrible fuego,

De un cataclismo de cascotes derrumbándose,

Y quedo desorientado en la huída;

Frío, débil, temeroso de mi propio dolor;

Y entonces, cuando todo amenazaba

Ser el principio del fin

Una llamita enfrente me emociona,

Me descarga del dolor poco a poco

Mientras va creciendo, creciendo -y ya quema un poco-, creciendo...

martes, 22 de abril de 2014

La comidilla

File:If You Talk Too Much This Man May Die mirror.jpg

Me encanta esa expresión.
Esas almas -quizás nuestras- enfermizas
Se hurtaron a ti o se juntaron
Coquetamente o procesionaron burlonas
Para comerse la comidilla:
Unas gachitas vomitivas, recalentadas
Y vueltas a enfriar
Pero con lo dulce de lo cursi
Lo estimulante de las guindillas
Y lo calórico de lo vulgar.
Lamidas de las esquinas,
En los huecos diurnos entre el final de algo digno
Y el comienzo de lo siguiente,
Remasticadas de boca a boca
Como la papilla de los pajaritos a sus crías,
Cocidas en otra parte de los hechos crudos
Y, al menos como tal, sanos.
¿No sabías que tú, sí, tú
Eras la comidilla?
Lo que presenciaste reptar sobre ti
Sonriente
En otras ocasiones
Ahora ha dejado eco en otros lugares
Y un eructo cuyo olor no se te ha dejado percibir.
Esas sonrisas fronterizas y miradas vigilantes
Custodian las fiambreras,
Sabes que tienen comidilla
Y que entre su textura semilíquida
Los grumos te recordarían los rasgos de tu cara.
Afortunadamente, asepsia total:
No la hueles desde tu posición,
Hasta que alguna de esas caras hieráticas
Súbitamente regüelda en tu nariz.

                                                          © Luis de la Rosa







domingo, 20 de abril de 2014

Rosalía de Castro, ecologista adelantada a su tiempo

File:Aspen woods.jpg


Ya que en el poema anterior hablaba de "talar bosques", voy a poner un contrapunto en esta entrada con otro poema que habla de proteger los árboles. De paso, así me sumo a conmemorar el "Día de la tierra", que es el 22 de abril. No me acordé con ocasión del "Día del árbol", que hubiera sido más propio, pero bueno, yo creo que el concepto de "tierra" puede perfectamente englobar la protección al árbol.
Este poema de Rosalía ya me llamó la atención cuando leí hace años En las Orillas del Sar, su libro de poemas en castellano. Durante años, al parecer, se dio una imagen de ella de madre sufrida y poetisa de florecillas hiperfemenina. Basta leerla para descubrir a otra persona más interesante: una mujer adelantada a su tiempo, como prueba este poema; una mujer "comprometida", aunque el término sea anacrónico en el siglo XIX, comprometida con la reivindicación de la patria gallega sobre todo pero también con la protección de la naturaleza; una mujer que no temía decir que odiaba, que sentía rabia, en algunos de sus poemas, y que justificaba ese sentimiento en una época en que la mujer era la encargada de guardar, como decía Bécquer de las rubias, un "tesoro de ternura". O sea que Rosalía, de sufrida, poco, aunque sí sufriente.
Volviendo al texto que voy a reproducir, en él, de una manera muy moderna, la autora se queja por la tala de unos árboles, y se defiende de los posibles reproches por preocuparse de temas menos importantes que otros que beneficiarían al pueblo y a las personas. De nuevo recordemos que este poema fue escrito en pleno siglo XIX, por una mujer (cuya opinión no era requerida en ningún ámbito) y que es una protesta por un hecho concreto, no un hablar en abstracto. Rosalía, que no me cabe ninguna duda de que estaba sobredotada intelectualmente, mete su voz clara en el siglo XX o XXI, con este poema (de nuevo un anacronismo) de "activismo ecologista".
File:Rosalia de Castro.jpg


¡Jamás lo olvidaré...! De asombro llena                   
al escucharlo, el alma refugióse 
en sí misma y dudó...; pero al fin, cuando 
la amarga realidad, desnuda y triste, 
ante ella se abrió paso, en luto envuelta, 
presenció silenciosa la catástrofe, 
cual contempló Jerusalén sus muros 
para siempre entre el polvo sepultados. 
¡Profanación sin nombre! Dondequiera 
que el alma humana, inteligente, rinde 
culto a lo grande, a lo pasado culto, 
esas selvas agrestes, esos bosques 
seculares y hermosos, cuyo espeso 
ramaje abrigo y cariñosa sombra 
dieron a nuestros padres, fueron siempre 
de predilecto amor, lugares santos 
que todos respetaron. 
¡No! En los viejos 
robledales umbrosos, que hacen grata 
la más yerma región, y de los siglos 
guardan grabada la imborrable huella 
que en ellos han dejado, ¡nunca!, ¡nunca! 
con su acerado filo osada pudo 
el hacha penetrar, ni con certero 
y rudo golpe derribar en tierra, 
cual en campo enemigo, el árbol fuerte 
de larga historia y de nudosas ramas 
que es orgullo del suelo que le cría 
con savia vigorosa, y monumento 
que en sólo un día no levanta el hombre, 
pues es obra que Dios al tiempo encarga 
y a la madre inmortal naturaleza,
artista incomparable. 
Y sin embargo... 
¡nada allí quedó en pie! Los arrogantes 
cedros de nuestro Líbano, los altos 
gigantescos castaños, seculares, 
regalo de los ojos; los robustos 
y centenarios robles, cuyos troncos 
de arrugas llenos, monstruos semejaban 
de ceño adusto y de mirada torva 
que hacen pensar en ignorados mundos; 
las encinas vetustas, bajo cuyas 
ramas vagaron en silencio tantos 
tercos, impenitentes soñadores... 
¡todo por tierra y asolado todo! 
Ya ni abrigo, ni sombra, ni frescura; 
los pájaros huidos y espantados 
al ver deshecha su morada; el viento 
gimiendo desabrido, como gime 
en las desiertas lomas donde sólo 
áridos riscos a su paso encuentra; 
los narcisos y blancas margaritas 
que apiñadas brillaban entre el musgo 
cual brillan las estrellas en la altura; 
los lirios perfumados, las violetas, 
los miosotis, azules como el cielo 
-y que, bordando la ribera undosa, 
recordábanle al triste enamorado 
que de las aguas se sentaba al borde 
aquella dulce frase, ¡siempre inútil, 
mas repetida siempre!: «No me olvides»-, 
todo marchito y sepultado todo 
sin compasión bajo el terrible peso 
de los ya inertes troncos. La corriente 
mansa del Sar, entre sus ondas plácidas 
arrastrando en silencio los despojos 
del sagrado recinto, y de la dura 
hacha los golpes resonando huecos, 
cual suelen resonar los del martillo 
al remachar de un ataúd los clavos... 
Ya en el paraje agreste y escondido 
que tanto hemos amado, ya en el bello 
lugar en donde con afán las almas 
buscaban un refugio, y en alegres 
bandadas, al llegar la primavera, 
en unión de los pájaros, las gentes, 
de aire, de flores y de luz ansiosas, 
iban a respirar vida y perfumes, 
de sus galas más ricas despojado 
hoy se levanta el monasterio antiguo 
como triste esqueleto. Aquel tan grato 
silencio misterioso que envolvía 
los agrietados muros, a regiones 
más dichosas quizás huyó ligero 
en busca de un asilo. Las campanas 
de eco vibrante y musical resuenan 
de una manera sorda en el vacío 
que sin piedad a su alrededor hicieron 
manos extrañas, y el rumor monótono 
de la fuente en el claustro solitario 
parece sollozar por los jazmines, 
que, cual la nieve blancos, las cornisas 
musgosas adornaban, y parece 
triste llamar por la aldeana hermosa 
que lavaba sus lienzos en el agua 
siempre brillante del pilón de piedra 
que el roce de sus manos ha gastado 
y hoy buscan de otra fuente la frescura. 
¡Lo vieron y callaron... con silencio 
que causaron asombro y que contrista el alma! 
Si allá donde entre rosas y claveles 
arrastra el Turia sus revueltas ondas, 
nuestras manos talasen los jardines 
que plantaron los suyos, y aman ellos, 
su labio, al rostro, de desprecio llenas 
una tras otra injuria nos lanzaran 
-¡Bárbaros! -exclamando. 
Y si dijésemos 
que rosas y claveles perfumados 
no valdrán nunca, pese a su hermosura, 
lo que un campo de trigo, y allí en donde 
las flores compitieran con las bellas, 
arrastrando el arado, la amarilla 
mies con afán sembráramos. 
-Mezquinos 
aún más que torpes son -prorrumpirían 
los fieros hijos del jardín de España 
con rudo enojo levantando el grito. 
Mas nosotros, si talan nuestros bosques 
que cuentan siglos... -¡quedan ya tan pocos!- 
y ajena voluntad su imperio ejerce 
en lo que es nuestro, cosas de la vida 
nos parecen quizás vanas y fútiles 
que a nadie ofenden ni a ninguno importan 
si no es al que las hace, a soñadores 
que sólo entienden de llorar sin tregua 
por los vivos y muertos... y aun acaso 
por las hermosas selvas que sin duelo 
indiferente el leñador destruye. 
-Pero ¿qué...? -alguno exclamará indignado 
al oír mis lamentos-. ¿Por ventura 
la inmensa torre del reloj se ha hundido 
y no hay ya quien señale nuestras horas 
soñolientas y tardas, como el eco 
bronco de su campana formidable; 
o en mis haciendas penetrando acaso 
osado criminal, ha puesto fuego 
a las extensas eras? ¿Por qué gime 
así importuna esa mujer? 
Yo inclino 
la frente al suelo y contristada exclamo 
con el Mártir del Gólgota: Perdónales, 
Señor, porque no saben lo que dicen; 
mas ¡oh, Señor! a consentir no vuelvas 
que de la helada indiferencia el soplo 
apague la protesta en nuestros labios, 
que es el silencio hermano de la muerte 
y yo no quiero que mi patria muera, 
sino que como Lázaro, ¡Dios bueno!, 
resucite a la vida que ha perdido; 
y con voz alta que a la gloria llegue, 
le diga al mundo que Galicia existe, 
tan llena de valor cual tú la has hecho, 
tan grande y tan feliz cuanto es hermosa.

viernes, 18 de abril de 2014

Poema. Habló el corazón





                                                                               

martes, 15 de abril de 2014

James Joyce. Traducción. Cómo surge la poesía.

File:Revolutionary Joyce Better Contrast.jpg


James Joyce (1882-1941), además de novelista, fue poeta. Y como tal se definió, con la velada máscara del alias Stephen Dedalus, en una de sus grandes obras: Retrato del artista adolescente. La poesía de Joyce está ya por todo el libro, pero hay una parte especialmente interesante y que a cualquier poeta le hará pensar en sí mism@, en la manera en que llega la conciencia de la poesía en el momento en que llega la conciencia de querer expresar, el deseo de atrapar las ideas y sensaciones, los primeros versos por fin escritos en el papel. Esa parte, ya hacia el final del libro, es la que voy a traducir, no completa, que sería lo deseable, sino en fragmentos que espero den una idea suficiente del conjunto. Lo ideal, si se quieren completar, es dirigirse a la obra original de Joyce, que además ya está en PDF en Internet.
Stephen, joven universitario que vive en casa de sus católicos padres, se despierta un día en su cama. No se convierte en escarabajo, simplemente siente esto:

Towards dawn he awoke. O what sweet music! His soul was all dewy wet. Over his limbs in sleep pale cool waves of light had passed. He lay still, as if his soul lay amid cool waters, conscious of faint sweet music. His mind was waking slowly to a tremulous morning knowledge, a morning inspiration. A spirit filled him, pure as the purest water, sweet as dew, moving as music. But how faintly it was inbreathed, how passionlessly, as if the seraphim themselves were breathing upon him! His soul was waking slowly, fearing to awake wholly. It was that windless hour of dawn when madness wakes and strange plants open to the light and the moth flies forth silently.
An enchantment of the heart! The night had been enchanted. In a dream or vision he had known the ecstasy of seraphic life. Was it an instant of enchantment only or long hours and years and ages?
The instant of inspiration seemed now to be reflected from all sides at once from a multitude
of cloudy circumstances of what had happened or of what might have happened. The instant flashed forth like a point of light and now from cloud on cloud of vague circumstance confused form was veiling softly its afterglow. O! ! In the virgin womb of the imagination the word was made flesh. Gabriel the seraph had come to the virgin’s chamber.

(...)

File:Vincent van Gogh - De slaapkamer - Google Art Project adjusted.jpg

Hacia el alba se despertó. ¡Oh, qué dulce música! Su alma estaba cuajada de rocío. Sobre sus miembros durmientes habían pasado sutiles olas de agua fresca. Se quedó quieto en la cama, como si su alma yaciera en agua fresca, consciente de una débil música dulce. Su alma se despertaba con lentitud a un trémulo saber matinal, una inspiración matutina. Un espíritu le colmó, puro como el agua más pura, suave como el rocío, conmovedor como la música. Pero con qué suavidad se insuflaba, con qué desapasionamiento, como si los mismos serafines le estuvieran echando su aliento. Su alma despertaba lentamente, con miedo de despertar del todo. Era esa hora del amanecer de viento en calma en la que despierta la locura y plantas extrañas se abren a la luz y la polilla vuela en silencio.
¡Un encantamiento del corazón! Habían encantado la noche. En un sueño o visión había sabido del éxtasis de la vida seráfica. ¿Fue sólo un instante de encantamiento o largas horas y años y eras?
El instante de inspiración parecía verse reflejado desde todas las direcciones a la vez por una multitud de nebulosas circunstancias de lo que había ocurrido o podía haber ocurrido. El instante brilló como un punto de luz y ahora desde nubes y más nubes de vaga circunstancia la forma confusa velaba suavemente su resplandor. ¡Ay! En el vientre virgen de la imaginación, la palabra se hizo carne. El arcángel Gabriel había llegado al habitáculo de la virgen.

(...)

Are you not weary of ardent ways,
Lure of the fallen seraphim?
Tell no more of enchanted days.

The verses passed from his mind to his lips and, murmuring them over, he felt the rhythmic movement of a villanelle pass through them. The rose-like glow sent forth its rays of rhyme; ways, days, blaze, praise, raise.

(...)

¿Tus maneras ya no te hastían,
Seductora del ángel caído?
No me hables de mágicos días.

Los versos pasaron de su mente a sus labios, y murmurándolos repetidamente, notó el movimiento rítmico de una villanelle que los atravesaba. La luminosidad como de rosa lanzó adelante sus rayos de rima: hastían, días, querías.

(...)

Your eyes have set man’s heart ablaze
And you have had your will of him.
Are you not weary of ardent ways?

And then? The rhythm died away, ceased, began again to move and beat.

(...)

Del hombre hiciste lo que querías
Prendiste fuego a su corazón
¿Tus maneras ya no te hastían?

¿Y luego? El ritmo se fue callando, cesó, empezó de nuevo a moverse y batir.

(...) the dull white light spread itself east and west, covering the world, covering the roselight in his heart.
Fearing to lose all, he raised himself suddenly on his elbow to look for paper and pencil. There was neither on the table; (...) He stretched his arm wearily towards the foot of the bed, groping with his hand in the pockets of the coat that hung there. His fingers found a pencil and then a cigarette packet. He lay back and, tearing open the packet, placed the last cigarette on the window ledge and
began to write out the stanzas of the villanele in small neat letters on the rough cardboard surface.

(...)

La mortecina luz blanca se extendió a diestro y siniestro, cubriendo la luz de rosa de su corazón.
Temiendo perderlo todo, se incorporó de repente sobre el codo para buscar lápiz y papel. No había en la mesa; (...) Estiró con esfuerzo el brazo hacia los pies de la cama, hurgando con la mano en los bolsillos del abrigo que colgaba allí. Sus dedos encontraron un lápiz y luego un paquete de cigarrillos. Se volvió a tumbar y, abriendo el paquete de un tirón, puso el último cigarrillo en la repisa de la ventana y empezó a copiar las estrofas de la villanelle con letra clara y pequeña en la rugosa superficie de cartón.

(...)

File:StateLibQld 2 171951 Intimate portrait of a man writing a letter, 1900-1910.jpg

He spoke the verses aloud from the first lines till the music and rhythm suffused his mind, turning it to quiet indulgence; then copied them painfully to feel them the better by seeing them; then lay back on his bolster.
The full morning light had come. No sound was to be heard; but he knew w that all around him life was about to awaken in common noises, hoarse voices, sleepy prayers. Shrinking from that life he turned towards the wall, making a cowl of the blanket and staring at the great overblown scarlet flowers of the tattered wallpaper. He tried to warm his perishing joy in their scarlet glow, imagining a roseway from where he lay upwards to heaven all strewn with scarlet flowers. Weary! Weary! He too was weary of ardent ways.
A gradual warmth, a languorous weariness passed over him descending along his spine from his closely cowled head. He felt it descend and, seeing himself as he lay, smiled. Soon he
would sleep.

(...)

Dijo los versos en voz alta desde los primeros hasta que la música y el ritmo inundaron su mente, inclinándola a una callada indulgencia; después los copió penosamente para sentirlos mejor al verlos; luego se recostó de nuevo en la almohada.
Se había hecho totalmente de día. No se oía un alma; pero sabía que a su alrededor la vida estaba a punto de despertarse en ruidos vulgares, voces roncas, rezos monótonos. Retrayéndose de esa vida se volvió hacia la pared, poniéndose la manta de capucha y contemplando los florones rojo pasión del deslucido papel pintado de la pared. Intentó dar calor a su alegría desfalleciente con su fulgor escarlata, imaginando un camino de rosas desde donde yacía al cielo todo cubierto de flores rojas. ¡Hastiado, hastiado! Él también estaba hastiado de maneras de fuego.
Un calor gradual, un lánguido cansancio le invadió, bajándole por la columna desde su cabeza bien arrebujada. Sintió cómo descendía y, visualizándose tumbado, sonrió. Pronto se dormiría.

De la "inspiración" confusa, tensa por concretarse, que todos hemos sentido, Stephen pasa a la alegría exultante de crear, a sentir sus versos como su posesión, su criatura; y, de ahí, pasado ese momento sutil, desciende a la cursilería y finalmente a la relajación placentera, ya estados no creativos. Parece un texto romántico y sin embargo es un texto - quizá el culminante de la novela de la que está sacado - de un autor que escribió el Ulises, configurando la modernidad narrativa.

Pero, mira tú por donde, también era un delicado poeta.

viernes, 11 de abril de 2014

Dos maneras- II

El poeta que quiere y el poeta que se deja

Continuamos con los paralelismos entre dos maneras diferentes (pero, que quede claro desde ahora, las dos bellas, legítimas) de hacer poesía. Por supuesto, nada es blanco ni negro, todo es gris; no quiero meter a los dos poetas de los que voy a hablar en una horma que les apriete, pero simplificar o elegir a veces también es el camino para hacer una metáfora que ilumine.

Constantino Kavafis (1863-1933) fue un poeta de lengua griega que nació y vivió en Alejandría; esa fue su ciudad. De hecho, La Ciudad es el título de uno de sus poemas más conocidos:

Dices: "Iré a otra tierra, hacia otro mar
y una ciudad mejor con certeza hallaré.
Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,
Y muere mi corazón
lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez.
Donde vuelvo los ojos sólo veo
las oscuras ruinas de mi vida
y los muchos años que aquí pasé o destruí".
No hallarás otra tierra ni otro mar.
La ciudad irá en ti siempre. Volverás
a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad es siempre la misma. Otra no busques -no la hay-
ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra.

Debo confesar que esa idea de que mis problemas se los debía a la ciudad en dónde vivía la he tenido en muchos momentos. Así que leer este poema, aparte de impactarme, me hizo sentirme atacado. El truco, obviamente, está en el del poema. El poema no me estaba echando una bronca a mí, el poeta estaba aleccionándose a sí mismo. En algún momento, la idea de recomenzar en otra ciudad sedujo seguramente a Kavafis. Su madre, de hecho, a la muerte de su marido y padre del poeta, dejó Alejandría por Liverpool para buscar la protección económica de un hermano de aquél. Infructuosamente, porque siete años después la quiebra del negocio familiar obligó a la familia a volver a Alejandría, de donde Kavafis nunca más saldría. El amor de Kavafis por su ciudad se demuestra en otros poemas, donde se muestra reconfortado por "el bullicio de sus calles", por ejemplo. Pero recordemos que Kavafis allí fue siempre un modesto funcionario del Ministerio de Obras Públicas Egipcio (a pocos funcionarios, a pesar de la seguridad que supone su posición, no se les ha pasado alguna vez por la cabeza dejarlo todo por otra vida de más largo aliento). Además, era gay en una ciudad provinciana, lo que, por supuesto, también le haría sentir frustrado, anhelando la gran ciudad de mente abierta en el mundo occidental que, posiblemente, no era realmente tal en ese momento histórico.

En definitiva, que Kavafis hablaba consigo mismo en este poema, y en él no expresaba sus sentimientos sino que se esforzaba por corregirlos, por acomodarlos a lo que creía la realidad. Las metáforas de Kavafis también en otras ocasiones son metáforas como ganchos, intentos de apresar la realidad y no la subjetividad, o lecciones en imágenes para cambiar la subjetividad de uno (de él mismo). Así en otro famoso poema, Cirios o Velas, según traducciones. Es un poema contemplativo, no admonitorio, como La Ciudad, pero la metáfora no parece llegar al poeta, sino ser creada con ímpetu para, una vez lograda, darse a uno mismo un mapa espiritual al que agarrarse:


Los días del futuro están delante de nosotros
como una hilera de velas encendidas
-velas doradas, cálidas, y vivas.
Quedan atrás los días ya pasados,
una triste línea de velas apagadas;
las más cercanas aún despiden humo,
velas frías, derretidas, y dobladas.
No quiero verlas; sus formas me apenan,
y me apena recordar su luz primera.
Miro adelante mis velas encendidas.
No quiero volverme, para no verlas y temblar,
cuán rápido la línea oscura crece,
cuán rápido aumentan las velas apagadas.

Y en el poema más famoso de Kavafis, Ítaca, de nuevo reaparece el , que en este poema se había reemplazado con un nosotros, igualmente encubridor del yo. De nuevo, un lector despistado (cualquiera podemos serlo en un primer momento) se puede sentir tratado con paternalismo por esa voz del poema que le dice cómo debería vivir su vida, aun estando de acuerdo con lo que dice. Pero Kavafis, aunque no lo diga, está aceptando que él no vivió disfrutando del viaje -como propone el poema- en muchas ocasiones; se está mentalizando para aceptar una visión él mismo que después ya nos ofrece a los demás. Recordemos que Kavafis nunca publicó sus poemas en un libro; por lo tanto no estaba hablando "a sus lectores". Así podemos empatizar mejor con él.

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

C. P. Cavafis.Antología poética.
Alianza Editorial, Madrid 1999

La segunda manera es la del poeta que no escribe su poesía como una herramienta para cambiarse sino como la constatación de lo que ve en sí mismo o lo que sus ojos ven a su alrededor. Pessoa, uno de cuyos poemas voy a poner como ejemplo, definitivamente no es uno de esos poetas. Claro que él también buscaba convertir sus poemas en herramientas para sí mismo. Pero en este poema tan significativo que voy a incluir se da por vencido. Finalmente, presa de diversas percepciones sucesivas, simplemente consigna todas, consiguiendo abrazar un espectro de realidad, de subjetividad más amplio que los poemas de Kavafis. Pero este poema finalmente no será útil, no servirá para avanzar en una dirección. Simplemente presentará una descripción, una evocación poderosa de la confusa encrucijada. Reproduzco sólo fragmentos, por tratarse de un poema muy largo:


No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones del mundo que nadie sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
con el misterio de las cosas por debajo de las piedras y de los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres.
Con el Destino conduciendo la carroza de todo por el camino de nada.
Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si fuese a morirme,
y no tuviese más hermandad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la hilera de vagones de un tren, y una partida pitada
desde dentro de mi cabeza, y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos en la ida.
Estoy hoy perplejo como quien pensó y encontró y olvidó.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que le debo
a la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

...................................................................................................................................

¿Qué sé yo de lo que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pero pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan que son lo mismo que no puede haber tantos!

....................................................................................................................................

Hice de mí lo que no supe,
y lo que podía hacer de mí no lo hice.
El dominó que vestí estaba equivocado.
Me conocieron en seguida por quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme la máscara,
estaba pegada a la cara.
Cuando me la quité y me vi al espejo,
ya había envejecido.

.....................................................................................................................................

Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo enérgico, convencido, humano,
voy a intentar escribir estos versos en los que digo lo contrario.

.......................................................................................................................................

Me hizo señas de adiós, le grité: ¡Adiós, Esteves!, y el universo
se me reconstruyó sin ideal ni esperanza, y el dueño de la tabaquería sonrió.

[Obra poética, tomo II, traducción de Miguel Ángel Viqueira para Ediciones 29]

Pessoa se deja, es agua, como recomendaba Lao-Tse (¡y Bruce Lee!). Kavafis, con nervio, intenta crear una explicación para que el poema sea una boya que le permita flotar en la vida. Pessoa es flexible y Kavafis es fuerte. Pero ambos aportan imágenes cautivadoras y una voz poética fascinante.



martes, 8 de abril de 2014

Insomnio



Un poema muy antiguo mío:


                                             INSOMNIO

Contrariedad y conciencia larguísima, espasmódica de ella. Rompe los planes.
Pero, mira: el día ha tenido belleza si te alejas a mirarlo:
El insomnio fue una hoguera solitaria chisporroteando en la noche.
La escuálida actividad matinal, una hormiga
Subiendo eternamente medio metro de árbol.
El holgazanear en el sofá a veces era pequeño como la conciencia de lo imperfecto
A veces, oceánico como estar en otra parte, y en otra, y en otra...


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sábado, 5 de abril de 2014

Intermedio cultural



Vida de dos poetas, por Don Periquito de los Palotes y Todos los Santos, crítico literario 

español.

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Luis Cernuda y Federico García Lorca

Me he decidido por dos poetas de la Generación del 27. Curioso cómo en nuestro país nos hemos esforzado por incluir a los escritores en generaciones, en movimientos. Más que en otros. Ya, es útil, es práctico, sabemos que también es un cajón de sastre. Los españoles, cuando viajamos fuera, siempre estamos haciendo grupo, temerosos de que nuestras cualidades no estén en el mismo plano que las de otros. Pero a los escritores los agrupamos en generaciones porque tememos su individualidad, los estudiamos con fechas, estilística y currículos porque nos da miedo lo que tienen que decir. En fin, qué gran idea, da resultado. A fin de cuentas, la literatura es importante para un país para reforzar su idea de nación, como si fuera un patrimonio para competir con otros; el elenco de grandes literatos de una patria es como la alineación de una selección de fútbol.

Pues a lo que vamos: Federico García Lorca nace en 1898 en Granada en una buena familia muy respetada. Su padre era hacendado. Estudió Filosofía y Letras en Granada. Viajó a Nueva York, donde escribió Poeta en Nueva York, influido por el surrealismo. Murió en Granada en oscuras circunstancias. Tras su muerte, se le ha utilizado políticamente, lo que dificulta la comprensión de su obra, especialmente cuando la leemos los de nuestro bando. También se le ha querido utilizar a causa de otras circunstancias vitales que queda feo mencionar en el mundo académico. Esas circunstancias realmente no son nada necesarias para considerar su obra; no tanto como su trayectoria pública a la que hemos hecho referencia.

Luis Cernuda (1898-1963) nace en Sevilla, hijo de un coronel. Estudia Derecho. En la universidad tiene como profesor a otro poeta de la Generación, don Pedro Salinas. Se relaciona en Madrid con otros miembros de la Generación del 27: don Vicente Aleixandre, don Federico García Lorca y el susodicho, don Pedro Salinas. Es incluido en la antología de don Gerardo Diego (1932). Ejerció los siguientes cargos: lector de español en la universidad de Toulouse, la de Cambridge, la de Glasgow, el Instituto Español de Londres; profesor de Literatura en el Instituto Mount Holyoke de Massachussets (Estados Unidos) y profesor en la Universidad Autónoma de México. Por motivo de todos estos cargos culturales, fue uno de esos españoles que practicó la movilidad exterior. Murió en México, en 1963, también en oscuras circunstancias: sufrió un infarto en el cuarto de baño y probablemente no había encendido la luz. Fue un hombre de personalidad muy complicada y de excesiva sensibilidad: fruto de estos defectos es el hecho de que a su poesía le falte masculinidad.

Para leer algo de estos dos autores, recomiendo que se haga en los libros de texto de don Fernando Lázaro Carreter, donde vienen convenientemente comentados, resaltando lo que importa y oscureciendo lo que conviene, para beneficio de las jóvenes generaciones. (Leerlos por cuenta propia puede ser peligroso, porque tienen cada mariconada...)


Copyright: Don Perico de los Santos, Todos Palotes. Catedrático de varias universidades, sindicatos verticales, ateneos culturales y casinos provincianos.
Resumen gráfico de este ensayo de don Perico