Una propiedad de la infancia: que lo fantaseado
Sentido como real pero aún no alcanzado
Tuviese los colores exactos de la felicidad,
Y transitar por sus caminos
Fuese, sin darse uno cuenta,
Ya la felicidad.
(Darse cuenta hubiese sido ya el desencanto)
En la adultez se han encendido todos los focos
Y está claro que no hay nada, que existen muchas cosas
Pero no la belleza emocionante como paisaje.
Se ha conquistado el infinito
De saber que por ningún confín hay escondida una tierra prometida
Y todo es igual de vulgar, por lo tanto todo se conoce.
La omnisciencia de la nihilpotencia. El infinito tedio.
Solo en el fondo de un pozo brilla un agua azul de vez en cuando
Con el brillo inquietante de la luz de un día de tormenta:
Solo ese recuerdo aún brasa medio encendida
Que desafía desde su no-tiempo la infinitud de la nada vulgar para siempre.
© Luis de la Rosa Rivera